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Con una sonrisa siempre mejor
Paco Bautista, SMA

Estos días leía los correos que me llegan de Níger, en los que se habla de las Iglesias quemadas tanto en Niamey como en Zinder y Maradi. En Zinder y Maradi, nunca estuve. En Niamey viví seis meses y medio. Aquella geografía la llevo grabada en mi memoria, la más próxima.


Pronto hará un año que tuve que regresar enfermo e interrumpir mi estancia allí. Recuerdo que estando en cama escuché en Radio Francia Internacional la noticia de la muerte del guitarrista jerezano Paco de Lucía. Como música de fondo sonaba su genial interpretación “Entre dos aguas”, que me emocionó. Aún hoy, a un año de distancia, esa canción podría resumir mi estado de ánimo, entre dos aguas, entre España y Níger. A ambas orillas hay gente a la que quiero y que me quieren. Eso, cuanto menos, es para estar contento, es para dar gracias a Dios.

Pero más allá de este sentimiento, guardo un grato recuerdo y un afecto particular por la Iglesia nigerina, sus gentes, sus comunidades, sus pastores, a los que me siento unido desde la distancia, en una comunión enriquecedora y fraterna.

Pues bien, esta es una iglesia que sufre violencia, sufrimiento que no me deja indiferente. Al contrario, ellos me siguen evangelizando desde la distancia pues dan muestra que la adversidad, con una sonrisa, siempre se afronta mejor.

Me explico. Después del atentado en París y de la caricatura de “Charlie Hebdo” sobre Mahoma, se desató toda una mar de violencia en Níger. Ha habido más de diez muertos y serios destrozos en los lugares cristianos de culto, entre ellos la Iglesia de mi querido Yves Bernard en el barrio de Garbado. La diócesis de Niamey estima los daños materiales en dos millones de euros. Algunos comentan irónicamente que el semanario parisino, tras vender seis millones de ejemplares y obtener suculentos beneficios, bien podría dar algún donativo para contribuir a la reparación de los templos quemados.

Allí, en Garbado, en una ocasión, viví la eucaristía el pasado curso. Teníamos una reunión los agentes pastorales que trabajábamos con enfermos. Pues bien, los cristianos de aquella parroquia, no hace muchos días que limpiaban su templo y retiraban los escombros, pero lo hacían con alegría, con el orgullo legítimo de habilitar un lugar para rezar de entre la ruinas que quedaban en pié. Esa gente, en medio de la prueba, hace gala –en mi opinión- de su enorme dignidad, de su fe zarandeada, sin dejarse abatir del todo pese al miedo reinante, sin bajar los brazos, renaciendo de entre las cenizas con una sonrisa en los labios.

Esa sonrisa es buena noticia. Esa sonrisa me dice, nos dice, que a la adversidad mayor se puede hacer frente con la cabeza bien alta. Así lo hace la Iglesia nigerina, las comunidades de Niamey. Esta es la idea central que os quería transmitir en estas líneas. Son hermanos que sufren. Los medios de comunicación españoles no hablan de ellos, son ignorados. Por eso he querido compartir con vosotros una nueva ventana abierta a Níger.

Ojalá la luz que viene de la Iglesia perseguida disipe nuestros miedos, nuestros temores, nuestras tentaciones de acomodo, que avive nuestra esperanza, para que pongamos las dos manos en el arado, no miremos atrás y juntos seamos capaces de construir el Reino, ese que a ambas orillas nos remite a una fraternidad que no sabe de fronteras. Con este deseo me despido esta semana.

Un abrazo grande.
Paco Bautista, sma.